El guerrero de la luz, erguido frente a la sombra dormida, iza la espada y el monstruo despierta de su letargo. Denso y azul, le envuelve arrastrándole a las tinieblas. No hay más referencia a la salida que un leve destello en el fondo de sus ojos. En la búsqueda del camino de vuelta, la escucha se agudiza, el Sol le envía a sus hijos, y juntos emprenden la batalla contra la bestia. Ahora sólo queda un recuerdo lejano, una memoria callada. La primavera avanza, el calor despliega su manto y un nuevo árbol brota del corazón.
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