Desde el azul profundo hacia la luz vibrante pintada de amarillo, la mirada se desliza como una seda. En medio, la planta. Frágil o robusta, acuática o terrestre, austera y firme o ligera y danzarina, frugal o frondosa, adornada con flores o frutos que, a modo de deseos prendidos en la altura, subrayan su presencia...
Hay un bosque de algas en un vaporoso pantano, donde la adormidera acuática se agita entre corrientes veladas por la bruma azul. En la superficie, el árbol de los frutos rojos permanece impasible. El sol se pone a pesar de las protestas de las aves vespertinas, y el color brilla como nunca. Tratamos de capturar su esencia, teñimos de ella el papel. Para cuando llegue la noche, poder volar hacia saturno y marte, o hacia venus y mercurio...
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