Pintando una lámpara de papel... Tanto por hacer... En el taller nuevo. Me gusta estar aquí, los viejos tejados me sonríen ahí fuera, acurrucados bajo mantas de musgo. Las campanas de Santa María me ayudan a ponerle hora a estos días largos, en un lugar donde el tiempo parece haberse detenido. El estudio es amplio y luminoso, con grandes ventanales enmarcados por visillos morados y verdes, como el hada del bosque que preside la mesita de estación. Un ramo de flores siempre sobre la mesa de tertulias, me recuerda que el escenario es real, me recuerda lo efímero de las cosas, que van pasando a nuestro lado mientras buscamos esa esencia imperturbable, aquello que ha de permanecer, y que es tan difícil de reconocer, pues lo envuelven mil engaños que vociferan 'aquí estoy', 'ven'... Gritan a nuestro alrededor, pero si permanecemos en silencio, escuchando la vocecita interior, nos mantendremos en el camino de la verdad.
Y así, en un rinconcito, los cristales húmedos, las lámparas de sal como pequeños soles, hoy toca pintar una lámpara de papel.
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