Una mañana gris. Una mañana cualquiera. Van llegando, una a una, iluminando el espacio. Risas, encuentros y, poco a poco, recogimiento, silencio y trabajo meditativo. Hoy hacemos un mandala, en grupo. Tímidas pinceladas van abriendo paso a una explosión de color, movimiento, ritmo y vitalidad. La música del silencio marca la cadencia. Sin palabras, las almas se vierten y confluyen sobre el papel.
Las pupilas se dilatan contemplando lo nuevo que surge. Increíble, si somos capaces de esto, somos capaces de... somos capaces de lo que queramos.
El hilo invisible que nos une nos enreda cálidamente. Una más una, más una, más una... es mucho más que 3, 4, 7...
Y lo mejor: la niña interior que suspira, se entusiasma, juega y ríe.
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